En una época en la que lo que más escasea es el tiempo, compartir tiempo de calidad con los más pequeños es fundamental. Si además esos momentos compartidos son en la cocina, habrás encontrado el lugar perfecto para que los niños jueguen, se diviertan y aprendan al mismo tiempo.

Y es que proporcionar a los niños una educación alimentaria correcta es un regalo que les acompañará toda la vida.

Estarás contribuyendo a combatir la cada vez más preocupante obesidad infantil y sentando las bases de un futuro adulto con los conocimientos suficientes para poder elegir una alimentación saludable, variada y equilibrada.

La aventura empieza en el

supermercado

¡No hay que esperar a entrar en la cocina!

Enséñales los nombres de los alimentos y los productos de temporada. Poco a poco, relacionarán las frutas y las verduras con cada estación.

Hazles partícipes del menú de la semana. Que puedan elegir o que compren contigo los ingredientes es una buena manera de que se acerquen a las recetas y a la alimentación equilibrada de forma natural.

Explícales de dónde vienen los alimentos.

Lee con ellos las etiquetas de los productos. Para muchos adultos son incomprensibles, con lo que para los niños cualquier ayuda es poca… ¡y muy útil!

Comienza por lo más sencillo: la fecha de caducidad, los ingredientes…

De forma paulatina, hazles saber qué van a comer, para qué es bueno cada alimento,… Mensajes simples y pedagógicos que les darán conocimientos clave para su futuro.

Un niño puede ser un pinche de cocina excelente. Solo hay que ser conscientes de la edad del pequeño para saber qué puede y no puede hacer, además de tener cuidado con riesgos como el fuego o los cuchillos. Pero, con cabeza, cocinar en familia puede ser una experiencia altamente enriquecedora.

Es un hecho. La educación, el entorno familiar y los valores de la infancia marcan la edad adulta.

Los hábitos nutricionales no son una excepción. Aprender a comer, apostar por la variedad, elegir ingredientes de calidad o disfrutar del placer de degustar un buen plato son cuestiones que se aprenden desde los primeros años de vida.

Comer bien es un hábito y, como tal, necesita un proceso de aprendizaje que requiere de paciencia y repetición, pero siempre de forma positiva.

Cinco piezas de fruta y verdura cada día.
Hay que comer sentado en la mesa, dedicando el tiempo y la atención necesarios.
Para beber, agua.

Hay que dar a la variedad la importancia que merece e intentar introducir, en su día a día, alimentos que se cocinen habitualmente en casa. De este modo, aprovecharás la curiosidad y la tendencia a la imitación de los más pequeños.

Por otro lado, no olvides que cuanto antes se acostumbre su paladar a todo tipo de sabores, mejor. Estarás ganando terreno a alimentos que en el futuro pueda rechazar por desconocimiento.

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